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Usuari:Andreaeguizabal/proves

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Carlos Rolando llegó a Barcelona en 1967 con la firme idea de viajar a Londres. Pero lo que iba a ser un alto en su camino acabó convirtiéndose en su hogar y es que, por una serie de circunstancias, «no encontró la forma de irse». Cuentan que, por aquella época, le dio la última oportunidad a la ciudad durante un semáforo en rojo, mientras iba camino del aeropuerto. Quizá deberí¬amos estar agradecidos a esa señal, que nos dio uno de los diseñadores gráficos que más han influido en la disciplina. A lo largo de sus cuatro décadas de profesión, ha desarrollado la identidad corporativa de marcas como Pegaso, Fagor o Rocay para eventos como ARCO o la Expo de Sevilla’92, y administraciones públicas, como la Bolsa de Barcelona o el Ministerio de Administraciones Públicas. También ha trabajado en el sector editorial y en diseño de embalaje para productos de gran consumo. En 2005 fue galardonado con el Premio Nacional de Diseño.

En los primeros años en Barcelona estuvo vinculado a agencias de publicidad pioneras, como Carvis, con quien diseñó embalaje y anuncios para Evax-Dodotis. También colaboró en esa época con Lluí¬s Bassat, que se convirtió en un gran amigo, o con Joaquí¬n Lorente, en la celebrada campaña para el Hospital San Juan de Dios. A Carlos Rolando no le gusta hablar de su currí-culo; prefiere reflexionar sobre la profesión, sobre el significado de la palabra diseño y sobre cómo se ha desvirtuado su ejercicio en los últimos años. Lúcido y crí¬tico, explica que su filosofí¬a se basa en la consideración de que ser diseñador es, en cierta manera, como actuar: hay que ponerse en el lugar del otro, se necesita un guión. Rolando no cree en esos profesionales que siempre mantienen un «estilo propio». Y predica con el ejemplo: todo su trabajo es distinto. El diseño no es un fin en sí¬ mismo, sino un medio para comunicar. Y, aunque dicen que vivimos una buena época porque el diseño se ha difundido y, en general, hay más calidad, este creativo piensa que hoy en dí¬a todo el diseño es igual. Se ha popularizado un cierto «estándar» gráfico donde nada destaca especialmente, todo es correcto, pero no hay ni riesgos ni nuevas ideas.

A pesar de sus infructuosos intentos de abandonar Barcelona para trabajar en Londres y San Francisco, la ciudad le sedujo. Pronto se dio cuenta de que su carácter se avení¬a muy bien con el espí¬ritu mediterráneo. También le gustó el panorama que encontró al llegar: un momento de cambio en el que todo estaba por construir.

«Semirretirado», actualmente sólo trabaja con clientes pequeños; por ejemplo, bodegas, «gente sensata» que entiende más el proceso de diseño que muchas corporaciones, según Rolando. También colabora en la comunicación de un complejo turí¬stico en Lloret de Mar. Aunque el proyecto que más tiempo le ocupa, además de su continua labor de estudio e investigación, es un libro que compilará todos sus trabajos desde 1962. Carlos Rolando fue Premio Nacional de Diseño en 2005.