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Horas, minutos y segundos

La Tierra tarda un cierto periodo de tiempo en completar un giro sobre su propio eje. Este periodo de tiempo recibe el nombre de día y está dividido en dos periodos de doce horas cada uno.

Esta división del día en 24 horas la adoptaron los romanos de los antiguos egipcios, que tenían un calendario basado en treinta y seis estrellas que aparecían alternativamente justo a la puesta del Sol, a medida que transcurría el año. En el intervalo de una noche aparecían sucesivamente doce de estas estrellas, lo que hizo que se dividiera el periodo de oscuridad en doce partes. Por similitud también fraccionaron en doce partes el tiempo de luz solar.

La mitología explicó el fenómeno con las Horas, divinidades griegas hijas de Zeus y Temis, que servían a los dioses principales y guardaban las puertas del Olimpo. Regían el orden de la naturaleza y determinaban la fertilidad de la tierra.

En un principio fueron tres: Talo, Carpo y Auxo, y se las asoció con las estaciones. Más tarde se aprecia una confusión respecto a las Horas y en las Fábulas de Higinio se mezclan los nombres originales con los epítetos, y las designaciones de estaciones u horas separadas. De esta forma se elabora una lista de nueve Horas: Auxo, Eunomía, Ferusa, Carpo, Diké, Euporia, Eirene, Ortosia y Talo.

Más tarde se completa la relación de las "doce hermanas", guardianas del tiempo del día, que queda como sigue:

Auge, la primera luz Anatole, el amanecer Musica o Musia, la hora matutina de la música y el estudio Gymnastica o Gymnasia, la hora matutina del ejercicio Nymphe o Nymphes, la hora matutina de las abluciones Mesembria, el mediodía Sponde, las libaciones tras el almuerzo Elete o Telete, oración, la primera de las horas de trabajo de la tarde Acte o Acme, comida y placer, la segunda de las horas de trabajo de la tarde Hesperis, atardecer Dysis, el ocaso Arktos, la última luz

El mundo clásico también adoptó -merced a la ocupación persa del territorio que anteriormente había pertenecido a Alejandro Magno- los estudios astronómicos del pueblo babilónico. Éstos utilizaban el sistema sexagesimal para sus complicados cálculos astronómicos y por ellos tenemos horas de sesenta minutos y minutos de sesenta segundos.

Cada una de las horas se divide a su vez en minutos (de minutus, pequeño en latín) y éstos lo hacen a su vez en segundos (de secundus, que sigue a lo primero, en latín).